Al igual que hace un siglo, cuando los que pudieron sacar el petróleo del suelo acumularon gran riqueza, establecieron cuasimonopolios y construyeron la economía futura a partir de su propio recurso precioso, las empresas de datos como Facebook y Google podrán hacer algo similar.
La IA es
ahora mismo un enorme negocio, que se estima en unos 190.000 millones de
dólares (unos 170.000 millones de euros) para 2025, incluyendo hardware,
software y servicios alrededor de la tecnología. Los datos son considerados
ahora como el nuevo petróleo. Este negocio tan apetitoso se lo disputan, entre
otros, gigantes tecnológicos como Amazon Google, Facebook, Microsoft e IBM,
“cuyos intereses comerciales priman muchas veces sobre las consideraciones
éticas”, dice Sierra.
Con el
petróleo en el siglo XX, eventualmente se fue llegando a un consenso de que los
reguladores debían intervenir y romper los oligopolios para evitar una
concentración excesiva de poder. Muchos pensadores de alto perfil han detectado
similitudes entre la acumulación de datos de hoy y el petróleo de antaño.
John
Thornhill, editor de Innovación del diario Financial Times, utilizó el ejemplo
de Alaska para argumentar que “Las compañías de datos deben pagar un ingreso
básico universal, otra idea que está en boga en los círculos políticos. Al
principio, los paralelos entre el Big Data y el petróleo me llevaron a
concordar con esa línea de pensamiento. Pero ahora no estoy tan seguro. Hay
diferencias tan importantes entre la industria de los datos de hoy y el
petróleo de hace un siglo que la comparación, aunque es atractiva, corre el
riesgo de difundir un malentendido sobre cómo funcionan estas supercompañías de
nuevas tecnologías y qué hacer con su poder.”.
También
señala que “La ética de la IA es una cuestión que está ahora en una fase
incipiente de desarrollo y tendrá que afrontar importantes retos. Uno de ellos,
en opinión de esta experta, es lo que denomina la “dictadura de los algoritmos.
Por ejemplo, los algoritmos de clasificación, lo que hacen es microsegmentar a
las personas, es decir, clasificarlas por su comportamiento, lo cual puede
conducir, si no se regula o si el proceso no es transparente, a que al final se
le limiten a la gente sus opciones para elegir libremente”.
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